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Foto del escritorSharil M. Sánchez

La Moda y La Iglesia

Actualizado: 12 abr 2020

“Yo me visto como quiera, total, Dios solo ve el corazón”. ¡Wow! Que inmaduros somos algunas veces, especialmente cuando pensamos de esta manera tan egoísta, como queriendo decir, “Yo hago lo que quiera con mi vida.”

Este tema estará algo picante, así que te aconsejo que le des “off” a los prejuicios o te tomes un chin de agua de azahar porque de seguro este blog despertará algo dentro de ti.

¡En primer lugar permíteme comenzar con algo que se que te va a encantar leer! ¡Sí! Tu cuerpo y tu apariencia física es tu responsabilidad y de nadie más. ¡Walá! El problema que vamos teniendo con el pasar del tiempo es que le hemos dado más importancia a lo que llevamos por fuera y hemos perdido de perspectiva lo que cargamos por dentro. Vivimos en una sociedad donde es más fácil ser “trending” que ser íntegro, estamos en un tiempo donde es más divertida la controversia que la línea del respeto y caminamos en un mundo que le da más valor a tu cuerpo que a tus sentimientos.


Para comenzar a calentar motores permíteme explicarte algo básico acerca del término llamado “moda”.

Moda se define como un conjunto de prendas de vestir, adornos y complementos basados en gustos, usos y costumbres que se utilizan por una mayoría durante un periodo de tiempo determinado y que a su vez marcan una tendencia según la duración de este. Es decir, estilos y conceptos que varían según la cultura y el gusto de un individuo. Por lo tanto, aunque el término se refiere a las masas yo en lo personal lo veo como algo individual y único, especialmente en esta generación. La forma de vestirnos revela muchos aspectos de nuestra personalidad y eso para mí es algo exquisito pues nos da la oportunidad de reflejar en el exterior lo que nos define y la diversidad tan grande que existe entre los seres humanos.

¿Que tiene que ver la iglesia en todo esto? Ah, llegamos al éxtasis de este blog. ¡Bravo! Resulta que la iglesia no tiene nada que ver con la moda ni con su desarrollo a través de la historia, sin embargo, mientras pasa el tiempo, vemos como ha sido un factor detonante dentro de las diferentes doctrinas o dogmas creados por el hombre. No soy experta en el tema, tampoco poseo una maestría en teología y no pretendo hacer una tesis doctoral, pero soy parte del cuerpo de Cristo, soy joven y amante de la moda y la belleza. Así que te daré mi punto de vista en todo este asunto.

Fíjate, para beneficio de los que son expertos levantando el dedo acusador opino que querer estar “a la moda” no es coquetear con el enemigo. No te hace ser un pecador querer vestirte usando las últimas tendencias de la industria y tampoco está fuera de lugar ignorar todo eso y simplemente mantenerte sencillo y simple. Como dije anteriormente, todo es cuestión de percepción y personalidad.

Yo me pregunto, ¿crees que Dios le de mucha importancia a esto? En mi opinión, no. Si te sientes bien contigo mismo y no tratas tu cuerpo como un altar al cual debes rendirle pleitesía, Dios se agrada. Eres su hijo, no hay nada más importante para Él que verte feliz en todos los aspectos de tu vida. Que puedas ser tú, auténtico, real y eso también incluye tu imagen y tu aspecto físico. Así que esta complejidad de qué podemos y qué no podemos usar para asistir a la iglesia o a un evento “religioso” lo veo como un rollo sumamente innecesario. Yo amo la moda, la belleza y todo lo que eso envuelve. Sin embargo, no por eso estoy sumergida en el pecado. ¡Aquí estoy! Cumpliendo con el propósito de Dios en mi vida, ahora más ferviente y enfocada que nunca. Así que consejo #1, tienes que aprender a soltar esos prejuicios.

Ahora bien, hay un concepto bíblico muy significativo e importante que quizás me ayude a explicarte mejor mi percepción de todo este dilema. En Lucas 17:1-3 dice: Los tropiezos son inevitables, pero ¡ay de aquel que los ocasiona! Más le valdría ser arrojado al mar con una piedra de molino atada al cuello que servir de tropiezo a uno solo de estos pequeños. Así que, ¡cuídense!

Querer mejorar tu estética a través de una camisa nueva, un pantalón rasgado, una bufanda de colores brillantes o unos tacones de charol no está mal. ¡Claro que no! De hecho, yo estreno ropa nueva casi todos los Domingos. ¿Sabes por qué? Porque ir a la casa de Dios, para mí, es lo máximo, es el día que más disfruto de mi semana y si me visto bien para asistir a otros lugares ¿porque no hacerlo para ir a la casa de mi Padre? Además, desde muy pequeña se me enseñó la importancia de estar siempre impecable, no solamente dentro del templo sino también fuera de él.

Si analizamos la diversidad de iglesias de este tiempo notaríamos que todas tienen sus propias costumbres y su propia cultura, lo que claramente se refleja muchas veces en la imagen de sus feligreses o líderes. Así mismo como existen miles de universidades alrededor del mundo, hay millones de iglesias, una para cada tipo de persona, con sus culturas particulares. No por esto hay unas que están mal y otras bien. Se trata de diversidad. Punto. Así que hasta aquí estamos claros que esto se trata de una decisión personal y no de un “issue” de salvación.

Ahora bien, te invito a hacerte esta pregunta, ¿mi forma de vestir edifica o condena a mi prójimo? Y cuando hablo de “condenar” no estoy hablando del lago de fuego y azufre o del infierno literalmente, sino de los deseos que provocas en los demás cuando te ven, especialmente entrando por las puertas de alguna iglesia. Supongamos que tienes una posición o responsabilidad en algún ministerio o liderato, cuando te ven, ¿reflejarías a Cristo o tu vanidad? Y no te hablo del dilema eterno entre una falda y un pantalón, el maquillaje o tu corte de cabello, te hablo acerca de tu reflejo, de ese testimonio que proyectamos sin necesidad de abrir nuestra boca. Te hablo acerca de la impresión y la marca que dejarías en la vida y en el corazón de otros. ¿Tu imagen está en sintonía con tu carácter? ¿Provocarías que los demás deseen relacionarse contigo? ¿Provocarías que otros deseen acercarse a Cristo a través de ti? Es algo que solo tú podrías responder.

Por otro lado, ¿te preocuparía más que veneren el “outfit” que llevas puesto o que ese día puedas tener un encuentro real y sobrenatural con Dios? ¿Sabes algo? No necesitas tener una posición dentro de la iglesia para entender cuál es tu rol dentro de ella. Quien carga el depósito de Dios en su corazón vive para hacerlo a Él visible. Mientras menos expuestos estén nuestros deseos y preferencias personales, más Él crecerá dentro de nosotros y ayudaremos a otros a acercase más a Él. Es una cuestión de prioridades.

Te daré otro ejemplo. Solicitas el trabajo de tus sueños y consigues el empleo. Cuando lees la política de la compañía y ves el código de vestimenta, te topas con unas medidas sumamente restrictivas donde solo puedes limitarte a usar un uniforme provisto por la compañía. Nada de accesorios, tatuajes visibles, color de pelo de fantasía, uñas con colores brillantes, gorras, tenis, etc. ¡Nada! Solo el uniforme. ¿Sabes como se llama eso? Ética y respeto. Amiga y amigo que me lees… es una compañía privada, no es un templo. ¿Y entonces? ¿Por qué exigimos tantas explicaciones tratándose de la iglesia? En un empleo no nos quejamos porque hay un sueldo de por medio, porque hay un beneficio tangible. Ah, claro. Pero entonces un domingo en la mañana nos entran esos vientos de grandeza y se nos olvida que es el primer lugar donde debemos aplicar esta política de ética y respeto y añadirle un poco de integridad, humildad y reverencia. Las mismas características que hicieron a Jesús famoso en la tierra.

No entiendo el afán de querer tener un templo como un “club social” o una pasarela del “New York Fashion Week”. Suena "catchy" eso pero jamás nos ayudará a ganar vidas para Cristo que es nuestra meta principal, en cambio, ganaremos espectadores, admiradores o quizás un seguidor más en las redes sociales que al mínimo conflicto o prueba que se presente los perderemos de vista. Entonces, habremos fallado como iglesia.

Son dos puntos claros que quiero dejarte sobre la mesa:


1. Inspira a otros a acercarse a Dios a través de tu corazón, no de tu apariencia. (Salmos 145:18)

2. No permitas que la vanidad usurpe el lugar que le corresponde al Espíritu Santo dentro de ti. (1 Juan 2:16)

Si te apasiona la moda tanto como a mí, ponte tu mejor atuendo para visitar la casa de Dios, para un compromiso ministerial, para un evento… usa lo mejor que tengas, lo que te haga sentir cómodo y satisfecho. Solo te pido que guardes tu corazón de la vanidad tan feroz que vive apoderándose sutilmente de nuestra sociedad y nuestros corazones. No conviertas tu apariencia física en un dios falso en tu vida porque cuando te toque estar en ese momento especial de Dios y tengas que postrarte ante su presencia, quitarte los tacones y regar tu maquillaje nada de eso importará, pues es tu humillación, tu servicio y tu fidelidad lo que realmente conmueve su corazón.

Se genuino, pero jamás superficial.



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1 Comment


gio.rodz
Jun 19, 2020

Totalmente cierto. Me encantó la parte en que dice: “que nuestro exterior refleje nuestro interior.” Jamás lo había visto desde el punto de vista de la vestimenta. Movió todo dentro de mí. Gracias! Excelente blog.

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