¡Qué mucho tiempo perdemos pensando a quien le agrada lo que hacemos y a quien no! Vivimos día tras día con el propósito y hasta con la necesidad de ser aprobado por los demás. Qué difícil es acomodar nuestros sueños y deseos a la opinión o perspectiva de alguien más. Al fin y al cabo, no estaríamos cumpliendo nuestros propios deseos sino deseos ajenos que en ningún momento fueron diseñados para nosotros.
¿Te has puesto a pensar que has logrado adoptando esta conducta? Realmente, ¿has cumplido tus metas basándote en la opinión de segundas o terceras personas? ¿Te sientes conforme o estancado? La dura realidad es que no existe posibilidad alguna de que puedas alcanzar tus sueños viviendo bajo la sombra del que te rodea y es muchísimo menos probable que lo logres cuando alguien ve reflejadas en ti sus inseguridades o frustraciones. Habrán algunos que celebrarán tus victorias pero también hay muchos que van a desear lo que tienes y como no lo han conseguido por sus propios méritos harán hasta lo imposible por enviar al cementerio tus ideas, tus planes, tus proyectos y tu motivación y lo peor de todo es que su conspiración convencerá a otros a hacer lo mismo. A eso yo le llamo egoísmo y falta de amor. Algo que evidentemente Dios no respalda.
En Filipenses 2:3 dice: “No hagan nada por egoísmo o vanidad; más bien, con humildad consideren a los demás como superiores a ustedes mismos”. Palabra clave, “humildad”, que en su definición es lo contrario a la soberbia y a la altivez. ¡Hemos cometido este error tantas veces! Ese error de limitar el cumplimiento de la promesa de alguien más por el simple hecho de no correr con la misma “suerte”. Señor, ¿Por qué lo bendices a él y no a mí? “Él o ella no lo merecen”. Respuesta simple para ti, lo ves de esa manera porque estás juzgando lo que ven tus ojos sin antes conocer el proceso del panorama. ¡Basta ya! ¡Cambiemos de mentalidad! Porque al final del día, nadie necesita de tu aprobación para ser bendecido. ¡Nadie!
Dios llama, Dios promete, Dios abre caminos, Dios obra en la forma y en el tiempo que quiera y con quien quiera hacerlo. Y léeme bien, Dios puede promover y bendecir a alguien lleno de “pecado” y de “imperfecciones” porque su gracia no se enfoca en nuestra “perfección” sino que se manifiesta en todo lo contrario… en eso que nos hace “indignos”, en lo que nos hace depender de él. ¿Crees que tu aprobación puede cambiar el destino de una persona? Si tu respuesta es "sí", te invito a que te esfuerces un poco más por tener un encuentro real con Dios porque evidentemente tu corazón está muy lejos del suyo. No le cortes las alas a quien está preparado para volar. No te corresponde. Mas bien ora y bendice los anhelos del que tienes a tu lado porque podría ser que en un futuro esa bendición que hoy pretendes limitar sea pieza clave para impulsar la tuya.
Amigo o amiga que me lees, lucha por tus sueños y no te amedrentes por la falta de apoyo, la crítica, la burla o la soledad, pues quien desconoce o no comprende el propósito que cargas se apartará de ti, el peso de tu bendición les quedará muy grande. El libro de Jeremías nos da una encomienda clara, “Así dice el Señor: ¡Maldito el hombre que confía en el hombre! ¡Maldito el que se apoya en su propia fuerza y aparta su corazón del Señor”! El hombre y sus opiniones pueden fallarte pero la promesa de Dios sobre tu vida permanecerá para siempre.
No necesitas la aprobación humana para lograr tus objetivos. Dios ha depositado en ti valor, coraje, capacidad, autoridad y las fuerzas necesarias para poder llegar a la meta y como si fuera poco, nos dejó a su Espíritu para guiarnos y fortalecernos en los momentos de duda y desánimo. Celebra con los que celebran contigo y aparta tu mirada de aquellos que respiran crueldad sobre tu cabeza. Pon tu confianza en la roca inconmovible, en aquel que no tiene sombra de variación y deja de pelear tu bendición en un terreno que no te corresponde.
¡Anímate, porque tu aprobación proviene del cielo!
Ya te lo he ordenado: ¡Sé fuerte y valiente! ¡No tengas miedo ni te desanimes! Porque el Señor tu Dios te acompañará dondequiera que vayas. Josué 1:9
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