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Foto del escritorSharil M. Sánchez

La Cenicienta y la Lámpara

Todos soñamos con una vida como de “cuento de hadas”, como sacada de una película de Disney. La casa de nuestros sueños, el trabajo de nuestros sueños, la pareja perfecta, entre muchas cosas más. ¡No lo niegues! Es un deseo mutuo entre las personas que aspiramos tener una vida plena y feliz. Y no está mal, para nada mal. Al contrario, tener aspiraciones puede ser el impulso perfecto para lograr cumplir nuestras metas y objetivos. Y créeme, llegar a cumplirlas provoca una satisfacción enorme. ¡ENORME! Todas estas cosas están al alcance de nuestro esfuerzo y nuestro trabajo. Es algo con lo que no se nace, pero sí puedes obtener con el tiempo. Son añadiduras que se suman al valor que como persona tienes naturalmente, que, de hecho, es un valor incalculable.

Vivimos en un sistema que nos enseña a nacer, estudiar, trabajar, ganar y morir. ¡Wow! Eso suena aburrido, monótono y hasta sacado de una película de terror. Lo triste de todo esto es que según el famoso libro “Padre Rico, Padre Pobre” de Robert Kiyosaki, el 97% de la población mundial vive en este círculo vicioso, donde las únicas aspiraciones del ser humano es tener una vida “plena” cumpliendo los sueños y los estándares de los demás. Se nos va el tiempo viviendo la vida de alguien más y no la nuestra, esa que realmente queremos vivir, donde podamos ser verdaderamente libres, donde podamos mostrar nuestra identidad sin la necesidad de usar un antifaz para no ser reconocidos.

¿Conoces tu valor? Acompáñame a recordar la famosa historia de “La Cenicienta”. Fue la primera princesa lanzada por Disney en el año 1950 pero que al parecer su historia se mantiene real y latente en este tiempo. Una joven que tras perder a su padre queda a merced de su madrastra y sus 3 hijas. Maltratada, marginada y olvidada por el resto del mundo. Cuando tuvo la oportunidad de mostrarse ante la sociedad tuvo que hacerlo “disfrazada” de princesa. ¡Sí! Disfrazada porque no lo era, o al menos, eso era lo que pensaba de sí misma. El famoso príncipe, en el famoso baile, se enamoró de ella y la buscó por todo el reino hasta encontrarla. ¿Sabes que pasó? La encontró no como princesa, sino como sirvienta, sin embargo, aún así la volvió a escoger. Su vida cambió para siempre.

Por otro lado, vemos la historia de este flamante joven llamado Aladino, que para ser aceptado por la princesa Jasmine tuvo que acudir al genio de la lámpara para convertirse en príncipe (cosa que tampoco era). Su profesión principal era robar y para nada que conocía de modales y ética. Casualmente la princesa tuvo un primer encuentro con él mientras todavía conservaba su verdadera identidad y en ese preciso momento quedó hechizada pero como en todo engaño, la verdad prevaleció y su espectáculo de realeza se vino abajo. A pesar de la mentira y la traición, después de todo, Jasmine lo volvió a escoger. Su vida cambió para siempre.

Quiero que te detengas por un momento y analices si estas dos historias son relevantes en este tiempo. En mi opinión, ¡totalmente! Vuelvo y te pregunto, ¿conoces tu valor? Es importante que puedas responderte esto a ti mismo. La Cenicienta y Aladino no tenían la necesidad de cambiar su identidad para ser aceptados o amados. Al final del día su esencia pudo más que las riquezas y los estándares. Aún con sus defectos y limitaciones, fueron amados y aceptados. Aún con sus deficiencias alcanzaron la plenitud que tú y yo anhelamos tener en nuestras vidas. Y así es como de repente dos historias de “ficción” pueden enseñarnos tanto.

Es importante que entiendas que nada de lo que podamos tener o alcanzar en nuestra vida nos define si las intenciones de nuestro corazón están en el lugar equivocado. Nada bueno se obtiene como resultado de un engaño. Y creo que los primeros que nos hemos engañado hemos sido nosotros a nosotros mismos, queriendo impresionar con la identidad equivocada, echando a la basura nuestro valor. ¿Por qué te menosprecias de esa manera? Muchas veces perdemos de vista lo mejor de nuestra vida a causa de una mala decisión, utilizando una máscara para ocultar lo que somos. ¡Entiende esto! Quien te ama, ama tus virtudes, pero también tus defectos, tus tropiezos y tus errores, de hecho, te motivan a ser una mejor persona cada día, suman a tu vida, son un motor para impulsarte. La belleza del hombre está en su propia humanidad, en esa imperfección que Dios utiliza para que su gracia sea manifestada. Lo que tu consideras insuficiente, para otros es lo máximo. Cree más en ti.


“La Cenicienta” encontró su solución en el Hada Madrina, Aladino la encontró en el genio de la lámpara. Tú y yo tenemos la gracia y el favor del Padre que a cada instante nos recuerda quienes somos en Él. No tengas temor en mostrarte tal y como eres. Hay más belleza en ti de la que puedes imaginar. ¡Muéstrala al mundo!

Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas. Efesios 2:10

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